El Profesor Obama, un modelo atípico… de éxito

Ayer me regalaron este artículo para subirme la moral y hacerme reflexionar sobre la importancia, no ya de la profesión de docente, sino del papel del docente en la sociedad y el precio de salirse de la línea.

Un profesor que no hablaba de lo de siempre, que no frecuentaba los circuitos académicos standarizados, que hacía exámenes de 8 horas a sus alumnos, que les permitía tener libros, documentos, apuntes, notas y toda la información que tuvieran a su disposición. Les incitaba a viajar, a consultar, a entrevistar a gente. A moverse en definitiva. A buscar las fuentes, a convertirlas en conocimiento. No disfrutó de especial predicamento entre sus colegas, aunque sí de su respeto, al igual que de sus alumnos, que aún le recuerdan pasado el tiempo.

No pretendo compararme con el Presidente de Estados Unidos, aunque si agradezco sinceramente a quien me hizo este regalo ayer. Primero porque consiguió su objetivo; subirme la moral. Segundo, porque me hizo reflexionar y recordar que la Universidad es un privilegio, de quienes ejercemos la profesión de docentes, y de quienes acuden a sus aulas buscando, no sólo superar las asignaturas para obtener un título, sino herramientas de análisis, de información, de reflexión, que les permita elaborar, por sí mismos, su propio juicio, un pensamiento crítico, reflexivo, científico.

Salirse de lo establecido con rigor, con método y disciplina, eso debería ser la Universidad. Esa es la misión del saber, del conocimiento. Esa es la garantía de contar con las mejores herramientas, con las mejores personas, con los más cualificados. Esa es la responsabilidad de la Universidad y de los universitarios con su sociedad.

Tomemos las cosas con rigor

En el día de ayer el diario El País, publicó el siguiente artículo El ciudadano desdeña la presencia de políticos en la red social. Uno que está medianamente interesado, lee el artículo y concluye que esto no puede ser del todo cierto. Seguramente fruto de las obligaciones de recortar la información, se han visto obligados a trufar la información y quedarse con dos titulares. Según el artículo, el 99% de los políticos encuestados valora positivamente el uso de las redes sociales en su contacto con el ciudadano. Sin embargo, tan sólo el 21% de los ciudadanos encuestados tienen un perfil de un político al que siguen en sus redes sociales. Con estos datos, los autores del estudio, según el periodista, concluyen que no resulta rentable la inversión de los partidos y políticos en las redes sociales.

Como decía antes, no me creo esta simplificación y acudo a la fuente, Inteligencecompass.com con el objeto y deseo de profundizar en el estudio. Pero lo que me he encontrado es aún peor. El estudio concluye que España no se encuentra en condiciones de realizar una campaña Obama y que “hacer una campaña en las redes sociales, ahora mismo en España, es una temeridad” toma ya. Y esto lo dicen basándose en una encuesta realizada a 1506 llamadas efectivas, las cuales se reparten al 50% entre políticos y sociedad, sin mayor segmentación, lo que les permite obtener un margen de error, según ellos razonable. Desde luego que entre los políticos puede resultar razonable, pero entre el total de la ciudadanía mayor de 18 años, creo que queda un poco cojo. Seguimos leyendo y atendemos que el cuestionario ha sido autocompletado por ordenador, surgiéndome la duda de cómo pueden aseverar que han contestado quienes han contestado y si todos los que han contestado cumplen los requisitos antedichos. Se puede hacer, pero no queda claro en la ficha metodológica.

Expuestas las primeras sorpresas metodológicas, no me deja de sorprender que el estudio es todavía más básico que el artículo de El País. Basándose en la valoración del uso de las redes sociales por ciudadanos y por políticos y de su inclusión o no en sus respectivas redes sociales, sentencian que la inversión en redes sociales y que el uso de las mismas en una relación político-ciudadano resultan una temeridad.

Tomemos las cosas con cierto rigor y con cierta mesura. Científicamente no se puede afirmar con tal rotundidad que las redes sociales no tienen valor en la política española. Metodológicamente no se sostiene la significatividad del estudio.

Aún así, obviando estos nimios detalles que sólo interesan a los freaks de la academia, podemos seguir ahondando en el análisis del estudio. Según sus datos el 65% de los encuestados consideran positivo que los políticos entren en las redes sociales, y el otro 35% no tienen opinión formada al respecto. A su vez, lo que critican es que no se da el uso adecuado a esas redes sociales y critican el uso electoralista de estos medios de comunicación. Sin embargo, ellos mismos rechazan la posibilidad de tener un político entre sus grupos de amigos por no querer significarse políticamente con ningún partido político o candidato/a concreto.

A pesar de todo ello, no podemos concluir que sea una temeridad hacer una campaña en las redes sociales. En todo caso, podremos decir que existe un desencuentro entre la ciudadanía y la clase política, un desencuentro que está lleno de matices y que, el propio estudio aflora, por lo que le damos las gracias. Matices convertidos en preguntas: falla sólo el político por no saber conectar con la ciudadanía, o ésta tiene parte de responsabilidad en no querer conocer abiertamente cuál es la opinión de su clase política sobre los temas de actualidad? ¿el problema es del medio o de los emisores y receptores? Es culpa de las propias redes sociales esa desconexión o es del uso que uno de los emisores/receptores hace, o incluso de ambos? Es verdad que un amigo en facebook no asegura un voto, pero no es menos cierto que 0 amigos en facebook suponen 0 votos? Sólo nos interesa la valoración de lo que ya conocemos sobre los que ya están para llegar a esta conclusión, o necesitamos saber usos, percepciones, actitudes, y propuestas alternativas para mejorar esa conexión ciudadano-político