El Profesor Obama, un modelo atípico… de éxito

Ayer me regalaron este artículo para subirme la moral y hacerme reflexionar sobre la importancia, no ya de la profesión de docente, sino del papel del docente en la sociedad y el precio de salirse de la línea.

Un profesor que no hablaba de lo de siempre, que no frecuentaba los circuitos académicos standarizados, que hacía exámenes de 8 horas a sus alumnos, que les permitía tener libros, documentos, apuntes, notas y toda la información que tuvieran a su disposición. Les incitaba a viajar, a consultar, a entrevistar a gente. A moverse en definitiva. A buscar las fuentes, a convertirlas en conocimiento. No disfrutó de especial predicamento entre sus colegas, aunque sí de su respeto, al igual que de sus alumnos, que aún le recuerdan pasado el tiempo.

No pretendo compararme con el Presidente de Estados Unidos, aunque si agradezco sinceramente a quien me hizo este regalo ayer. Primero porque consiguió su objetivo; subirme la moral. Segundo, porque me hizo reflexionar y recordar que la Universidad es un privilegio, de quienes ejercemos la profesión de docentes, y de quienes acuden a sus aulas buscando, no sólo superar las asignaturas para obtener un título, sino herramientas de análisis, de información, de reflexión, que les permita elaborar, por sí mismos, su propio juicio, un pensamiento crítico, reflexivo, científico.

Salirse de lo establecido con rigor, con método y disciplina, eso debería ser la Universidad. Esa es la misión del saber, del conocimiento. Esa es la garantía de contar con las mejores herramientas, con las mejores personas, con los más cualificados. Esa es la responsabilidad de la Universidad y de los universitarios con su sociedad.

Antes de dormir

Unos minutos antes de ir a dormir, doy el último repaso a las noticias de la prensa digital. Lo primero que nos encontramos es

la emotiva fotografía del vigésimo sexto minero rescatado por el fénix 2, en un cálido re encuentro con su mujer, este al menos tiene claro a quién abrazar primero.

Pero mientras que la sociedad global está conmocionada por el rescate, con el que todos hemos aprendido de geología, minerología, técnicas aeroespaciales de rescate y encapsulamiento, ellos, ajenos a todo, nos han dado una lección más de lo que nos queda por conocer del ser humano; los límites de nuestro instinto de supervivencia.

Sigo leyendo, y otros que nos dan otra lección de supervivencia, en este caso política, son Camps y Rita bailando a la salida del AVE Madrid-Valencia, en un alarde del “aquí no pasa nada”, demostrando a España entera con total descaro su exitosa gestión política, una noticia que debería protagonizar el Ministro de Fomento y el Gobierno de España, que es quien ha financiado en su mayor parte este medio de transporte español tan afamado en el mundo entero.

Mientras los de arriba solo tratan de asumir competencias y protagonismo, el Ministro del Interior nos da una lección de política responsable al tratar el asunto de los toros con serenidad y respeto, trasladando la competencia a Cultura. Pasa el marrón, con una verónica a la ministra del ramo que defiende lo taurino como una expresión cultural, sin alardes, y sin tener que declararlo bien de interés cultural a bombo y platillo.

La huelga general golpea a Sarkozy con fuerza, aunque de eso no nos gusta hablar por aquí, porque parecería que la crisis es internacional y no sólo española. Porque aquí de lo único que nos importa hablar es de la defensa de la libertad de expresión de las y los españoles patriotas que ejercen su derecho a abuchear al Presidente de Gobierno y afear el día de la Hispanidad o de la Concordia.

Luego nos quejamos de que los guiris tengan una imagen tan estereotipada de España; toros, bandera, cabra…

Menos mal que nos queda Nadal, que no falla, gana y gana y gana

 

Un panfleto a evitar

Este artículo podría reducirse en una simple frase: Un panfleto a evitar. Empecemos por lo salvable, Concha Velasco que, si bien la tengo en estima como actriz y profesional, supongo que por la necesidad de aclarar sus deudas con Hacienda y sanear su economía personal (algo totalmente lícito) ha aceptado este papel del todo punto fuera de su caché. Ya hemos salvado todo lo salvable.

Porque todo lo demás supone un insulto; al buen gusto, al buen teatro, al público, al arte, y a la expresión cultural como un ejercicio de libertad de expresión y denuncia política.

La vida por delante es la mejor expresión de un pastiche postmoderno que, investido por un supuesto aura intelectual y de reflexión, alecciona sobre todos los grandes males de la sociedad actual. Si, digo bien, TODOS. Porque no deja uno sin caricaturizar y destrozar con la coraza de la expresión artística. Porque ahora se llama a todo arte y cultura. Aunque, como se ha puesto ahora de moda decir, la cultura no es arte, es una industria. Industria desde luego que es esta obra, porque, tras aguantar una hora y tres cuartos de pisto social, lo único que queda claro es el interés económico de representar esta obra. Tocan de todo;  la enfermedad, la prostitución, la eutanasia, el conflicto árabe-israelí, la inmigración y la exclusión social y si hubieran tenido tiempo estoy seguro que la subrogación gestacional hubiera tenido un guiño en esta pieza deleznable que roza lo ilegal.

Pero no todo se lo debemos atañir a la obra, al productor y a la dueña del teatro que ampara esta obra y que, no sabemos si consciente o inconscientemente, ha influido en la actriz protagonista hasta en los movimientos y andares clásicos que la hicieron famosa. También se lo debemos al público. Un colectivo anónimo que todos los días aplauden a raudales la representación burda de los principales problemas que acucian a nuestras sociedades y que, con una superficialidad y ligereza rallanas en la necedad encandilan a espectadores y espectadoras que ríen a mandíbula batiente cuando alguien se autodenomina “hijoputa”. Si la industria es un derecho, quiero que me devuelvan mi dinero.